lunes, 9 de febrero de 2009

"LA IGLESIA TEMPLARIA DEL CRUCIFIJO" PUENTE LA REINA - GARES

El Camino de Santiago que procedente de Roncesvalles pasa por Pamplona y que fue trazado por los cluniacenses en el siglo XI, se encuentra con la ruta jacobea primitiva, la de Somport a Jaca, en el pequeño pueblo navarro de Puente La Reina. Esa confluencia de los caminos francés y navarro, tiene lugar a la entrada del burgo, donde la Orden del Temple edificó su Hospital de Peregrinos y la Iglesia de Nuestra Señora de los Huertos.

Aunque la villa existía ya en 1085, según consta en el Libro Becerro de Leyre, con el nombre de Murugarren o Villa Vétula, no comenzará a destacarse hasta 1122. En dicho año, el rey de Navarra y Aragón, Alfonso el Batallador, le concede Carta Puebla otorgándole el Fuero de Estella; convirtiéndose desde entonces en una de las villas mejor fortificadas del reino de Navarra.

La creciente importancia de la villa no pasó desapercibida para los Templarios, quienes debieron instalarse en ella por los años treinta, pues cuando en 1142 el rey García Ramírez el Restaurador les hace donación del lugar de Villa Vétula (Murugarren), se da a entender que los Templarios llevaban unos años en el lugar, pues ya son dueños de algunos terrenos y sostienen una hospedería propia.

El dominio del enclave se completó con el asentamiento de un Convento en el cercano lugar de Eunate, al este, y una Encomienda Menor con Hospedería en la aldea próxima -hoy desaparecida- de Bargota, al oeste.

La situación de los edificios Templarios de Murugarren no puede ser más significativa, a la derecha la iglesia, a la izquierda la hospedería-hospital, en el centro el Camino de Santiago que pasa bajo un arco abovedado entre ambos edificios. Un poco más allá la entrada amurallada a la villa, con su aljama judía que poseía importante sinagoga y el barrio de la morería.

El citado arco sobre la calzada jacobea es también significativo por otra razón, es único, junto con el que posee el Convento de San Antón en Castrojeriz (Burgos), en todo el Camino y posiblemente fuera de él. Pero nuestro interés ha de centrarse en la iglesia de la Encomienda Templaria, conocida como Iglesia del Crucifijo.

La iglesia templaria se conocía antiguamente bajo la advocación de Santa María de Hortis, Nuestra Señora dels Ortz, o lo que es igual Nuestra Señora de los Huertos. Y este apelativo no le venía seguramente dado tanto por el lugar donde estaba enclavada la iglesia, "Barrio de los Huertos", como por la intención sincrética Templaria de hacer de la Virgen una imagen actualizada de la "mater agrícola", la Madre-Tierra fecunda simbolizada en las vírgenes negras.

En Puente La Reina, el apelativo Iglesia del Crucifijo se impuso muy tardíamente, cuando, ya extinguida la Orden del Temple, los sanjuanistas crearon la Hermandad del Crucifijo y el nuevo Hospital, hacia 1469, absorbiendo una enigmática Cofradía del Crucifijo preexistente.

La iglesia del Temple es obra esencialmente del siglo XII, aunque parecen existir partes anteriores, siglo XI, de lo cual se deduce que tal vez los caballeros encontrasen un edificio anterior que ampliaron, añadiéndole el pórtico y la portada, obra esta última con influencias de la existente en San Pedro de la Rúa (Estella).

El 20 de abril de 1313, el rey Luis curso a su gobernador de Navarra la orden para que todos los bienes del Temple fuesen transferidos a los sanjuanistas del reino, como efectivamente así se hizo. Pero, curiosamente, no fue hasta 1443 que dichos sanjuanistas se hicieron cargo de los edificios de la encomienda de Murugarren o Villa Vétula en Puente La Reina, mediante una petición de don Juan de Beaumont, prior de los sanjuanistas en Navarra, al obispo de Pamplona para ocupar "la iglesia de Santa María de Hortis" junto a la cual quería levantar un Hospital de peregrinos, seguramente por encontrarse ruinoso el edificio Templario tras un siglo de abandono.

Para la fundación de este Hospital del Crucifijo, obtuvo diversos beneficios del Papa Eugenio IV, en bula del 12 de enero de 1447, así como su permiso para la creación de una Hermandad del Crucifijo, cuya finalidad principal era promover la institución hospitalaria de los peregrinos, quedando concretado un número máximo de trescientos cofrades.
En 1469 la Asamblea General de la Orden de San Juan, reunida en Olite, aprobó la citada fundación organizando definitivamente el régimen de la misma.
A mediados del siglo XVII parece que había comenzado ya la decadencia de la institución. Con las primeras medidas desamortizadoras el monasterio quedó convertido en cárcel de presos políticos hacia 1823, sirviendo posteriormente como cuartel, en 1834, utilizándose la iglesia como almacén de pólvora y quemándose todos los objetos de madera para cocinar el rancho o calentarse la tropa, desapareciendo así imágenes y retablos. Sólo por un inexplicable milagro quedó intacta la imagen del crucifijo, que hoy podemos admirar.

El Crucifijo es extraordinario por la forma insólita que adopta la cruz, forma de ¡Pata de Oca!
Los brazos laterales de la cruz toman la forma de una Y, formando entre sí un ángulo agudo, mientras que el palo central se prolonga hasta la altura de dicho brazos. Por otra parte, los maderos semejan un árbol sin labrar al que simplemente se ha despojado de sus ramas secundarias, apreciándose los nudos y rugosidades de su corteza así como los tocones de las ramas cortadas. La corona está constituida por dos gruesas sogas trenzadas de grandes espinas. Los pies, desproporcionadamente grandes, evocando caminos polvorientos, sendas abruptas. Y el rostro sin sufrimiento, perdido en otra dimensión, interiorizando y trascendido.

El origen de la imagen es incierto, circulando dos versiones diferentes para que una leyenda de fondo común.

Por la primera se nos cuenta que un peregrino germano, agradecido por las atenciones recibidas en el hospital, donó esta imagen y la envió a su regreso desde su tierra natal. Por la segunda, nos dicen que un grupo de peregrinos germanos que portaban este cristo crucificado, al regresar de Compostela, dejaron aquí la imagen en agradecimiento a la hospitalidad recibida.
En ambos casos hay tres elementos comunes: el origen germano, los donantes peregrinos y el agradecimiento como motivo del exvoto.

Los expertos aseguran que se trata de una imagen propia de la región renana, si bien el Cristo Templario deba emparentarse mejor con obras posteriores del ciclo renano, concretamente de finales del siglo XIII.

El análisis del simbolismo contenido en el Cristo Templario, sobre la Pata de Oca, existente en Murugarren. En este singular crucifijo, lo que debería ser una cruz ha sido sustituido por una Pata de Oca, uno de los principales símbolos de los Compañeros Constructores, (los llamados también los Jares, Los Pata de Oca o Los Patucos, y dicho sea de pasada gremio de constructores protegidos de la Orden del Temple y claramente artífices de muchas de las construcciones Templarias), imagen de la mano divina que guía toda construcción levantada según las reglas de la Tradición enseñada por los Maestros Antiguos que vinieron del mar. En esencia es así, pero es que se trata de algo más, porque dicho signo equivale signo rúnico de la vida, utilizado por los germanos y celtas nórdicos de la Europa antigua. Y esto tiene un simbolismo preciso.

Si el Cristo crucificado es una cruz normal, es el iniciado que está en camino de alcanzar su total elevación; si el Cristo crucificado en una cruz Tau, T, es el iniciado que alcanzado la plenitud de su evolución; el Cristo sobre una Pata de Oca o lo que es igual, el signo de la vida, no es otra cosa que el hombre iniciado que ha trascendido a su propia elevación, habiendo alcanzado así el Reino de la Vida, de la Realidad, muriendo al Reino de la Ilusión en que los mortales estamos inmersos mientras peregrinamos buscando una luz.

Aquel Cristo que dijo "Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida...", se encuentra suspendido del símbolo de la Vida, en un lugar donde dos caminos peregrinos hacen un solo Camino, con sus grandes pies cruzados en aspa.

La Pata de la Oca, empleada por el caminante Sabio para andar su ruta se ha convertido aquí, al mismo tiempo en Árbol de la Vida, sus tres brazos están llenos de brotes y tallados como jóvenes ramas de las que pende el iniciado que, alcanzado el fruto del Árbol de la Vida, ahora se ha convertido a su vez en Fruto Viviente e imperecedero.

Todos conocemos ese símbolo que suele portar Cristo ocasionalmente y generalmente Dios Padre, en su mano izquierda, consistente en un globo o esfera dividida en cuatro por unas bandas en vertical y horizontal, a la par que coronado por una cruz. Es la representación del Cielo, la cruz, y de la Tierra, la esfera. El conjunto es un esquema del ciclo solar, de las Cuatro Edades del Mundo. Sin embargo nunca hubiésemos esperado encontrar la esfera o el círculo coronados por la Pata de Oca en sustitución de la cruz, tal como aparece en cierto signo lapidario.

En este signo, el círculo, dividido en cuatro por la cruz griega, representa las cuatro Edades o Eras de la existencia terrestre. Pero además tiene superpuesta una cruz de San Andrés (en X), que simboliza el devenir de las edades a través de la historia humana, el movimiento cíclico que avanza hacia el final de un tiempo y el comienzo de otro. Y coronándolo todo, el símbolo de la vida trascendente, de la iniciación por excelencia, la Pata de Oca o runa de la Vida.

La existencia de este signo compañeril medieval, demuestra que el Cristo de Puente La Reina no es un capricho artístico, sino la culminación de un lenguaje simbólico, iniciativo, bien conocido por los caballeros del Temple y por algunos de sus descendientes.

La preciosa imagen románica de enigmático rostro blanco, que preside hoy el templo de los Caballeros en Murugarren, no es la virgen primitiva adorada por los Templarios; procede de la parroquia de Urdánoz y vino a parar aquí tras la restauración de la iglesia.

La imagen original de Nuestra Señora de los Huertos, también conocida como Virgen de La Vega, desapareció de su emplazamiento durante la desamortización, cuando en 1834 se convirtió la iglesia en almacén de pólvora. El crucifijo renano escapó a la quema por verdadero milagro. La imagen de la Virgen no tuvo tanta suerte, Durante muchos años se creyó que había perecido entre las llamas calentando la sopa de la guarnición del polvorín. Sin embargo, hace unos años, ha sido identificada con una talla existente en la sacristía del templo de Santiago, en Puente La Reina, bastante deteriorada y convertida en una Santa Águeda, que se veneró en Zubiurrutia.

Cuando la disolución de la Orden del Temple, la iglesia de Nuestra Señora de los Huertos se convierte en parroquia de Santa María de Murrugaren pasa a ser una simple ermita. Crucifijo y Virgen de los Huertos quedan acomodados en la pequeña nave norte, mientras que el altar principal es ocupado por la imagen de Santa María que presidía la antigua parroquia. Una famosa Virgen, porque no lo olvidemos, en 1313 la imagen más conocida y verenada debía ser la de Nuestra Señora de los Huertos, que estaba en la iglesia desde el asentamiento Templario hacia 1135, ya que el Crucifijo podía haber llegado entre 1295y 1305 y su culto popular, estando de por medio el proceso y disolución de la Orden, no debía de haber sido muy intenso ya que adorar Cristos Templarios no debía estar demasiado bien visto a causa de las acusaciones vertidas contra ellos.
Solamente cuando la Orden haya sido disuelta y la oscura Cofradía del Crucifijo se haga cargo de la iglesia, aparecerá un culto y veneración públicos al "Crucifijo de Santa María de los Huertos", según consta en el documento de 1328. Y no será hasta 1440, aproximadamente, que se nombre como el lugar "donde se guarda un Crucifijo muy antiguo que es de gran veneración..."

Las pinturas góticas de la nave del Crucifijo, datan de la misma fecha de la nave, que según establecimos debió ser a caballo de los siglos XIII-XIV.

Los sanjuanistas del siglo XVII-XVIII colocaron un retablo barroco en el ábside del Crucifijo, con lo cual dañaron gravemente las pinturas góticas. La pérdida de este retablo, convertido en astillas por los soldados, en 1834, quizá sea el único beneficio que el período desamortizador produjo en el edificio, pues nos permite contemplar hoy tales pinturas, felizmente restauradas y conservadas en gran parte.

Aparece allí, tras el Cristo Templario colocado sobre el altar, una reproducción exacta del Crucifijo-Pata-de-Oca formando parte de un calvario escoltado por la Virgen y San Juan. A los lados se distinguen escenas de la pasión, muerte y resurrección. En la parte superior del ábside, un Pantocrátor representaba a los cuatro evangelistas junto a los cuatro elementos.

Ambas imágenes, el Cristo y la Virgen, puede considerarse respectivamente emblemas de lo “esencial” y de lo "material", de lo “activo” y lo “pasivo”, de la “forma” y de la “materia” del Cosmos. La efigie del Verbo Divino, Cristo Pantocrátor, y sus cuatro medios de manifestación _las cuatro figuras antropomorfas de los santos evangelistas, corresponde, respecto al simbolismo de la Virgen, a la acción divina o "forma" esencial del cosmos; la imagen de Nuestra Señora, por el contrario, corresponde a la materia prima o. mejor dicho, al mundo que se desarrolla en ella. La Virgen, situada en el centro, ocupa simbólicamente el lugar del éter, que constituye un todo con la materia prima, en tanto que los cuatro elementos representan las cuatro definiciones básicas de la misma, los cuatro fundamentos de todo el mundo ligado a la forma. El perfecto equilibrio de la materia prima, su calidad de "virgen", está expresado por la colocación de su símbolo en el punto central, entre los símbolos del fuego, el aire, el agua y la tierra, los cuatro elementos de las pinturas murales -esta parte está hoy perdida-.

El vínculo interior que une las dos imágenes simbólicas se encuentra en la representación de la paloma del Espíritu Santo sobre la Virgen y en la presencia del Niño Dios en su regazo. La paloma representa al Espíritu Eterno, bajo cuyo efecto la materia prima toma forma, igual que la Virgen concibe y alumbra.

Este conjunto representaba a la vez, entre otras muchas cosas, la múltiple revelación del Verbo Eterno y los oponentes duales contenidos en la Materia del Universo.

Del mismo modo, toda obra espiritual nace simultáneamente de la acción del ser y de su "receptor material"; el alma no puede trasmutarse, trascender, sin la acción del Espíritu, y éste sólo la ilumina en la medida y manera en que ella se apresta a recibirlo.

Este rico simbolismo, revestido con el ropaje cristiano, no hace sino manifestar un pensamiento tradicional universal presente en las diferentes expresiones religioso-filosóficas del medievo, el sufismo islámico, la cábala hebrea, la cábala cristiana, el gnosticismo o el catarismo, a la que tanto debe el pensamiento sincrético Templario, que incorporará esta amalgama de símbolos a sus singulares ceremonias, ya sean de reflexión y meditación o bien de iniciación a la Caballería, que sólo desaparecerán tras la muerte del último Templario de la dispersión, muchos años después de la disolución oficial de la Orden del Temple.

Tampoco podemos pasar por alto el hecho de que a escasos kilómetros de Murugarren se encuentra la iglesia octogonal de Eunate, cuya imagen negra de Nuestra Señora del Temple se traía, ocasionalmente, hasta la iglesia de Nuestra Señora de los Huertos en procesión porque parecía existir cierto parentesco "familiar" entre ambas vírgenes "morenas". Ni el hecho de la existencia en el cercano pueblo de Obanos de una cabeza-relicario, verdadero Bafomet procedente muy posiblemente de la casa Templaria de Murugarren o del convento de Nuestra Señora de Eunate, cabeza con la que todavía hoy se practican ritos vinícolas de la fecundidad.

Ni podemos soslayar la circunstancia, de que proceda de Murugarren el "lignum crucis" en forma de cruz patriarcal conservado en Estella, del que se cuentan singulares leyendas Templarias.

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