domingo, 1 de febrero de 2009

"LA RESISTENCIA DEL TEMPLE EN LA CORONA DE ARAGÓN"



El 1 de diciembre de 1307, encontrándose el rey Jaime II en Valencia, envió órdenes a sus oficiales para que detuvieran a los templarios y los pusieran a disposición del inquisidor general Joan de Llotger.

Fue precisamente él quien acabó de presionar al rey Jaume II para que actuase contra los templarios; así pues, el rey tuvo siempre la coartada de que actuaba a petición del inquisidor general y no por iniciativa propia.

El comendador provincial, Emenén de Lenda, se encontraba por entonces en Valencia, donde fue retenido por el rey. Automáticamente se pusieron en marcha una serie de mecanismos para no dejar a la orden sin posibilidad de actuación. Los templarios catalanes estaban reunidos en capítulo en Miravet desde finales de octubre; el lugarteniente de los templarios catalanes y comendador de Masdeu, fray Ramón de Saguàrdia fue quien asumió la difícil misión de dirigir y liderar la orden en un momento tan crítico. Miravet se convirtió en el centro neurálgico de las operaciones debido a una serie de circunstancias que se produjeron en el castillo:

1º) El comendador provincial (de la Corona de Aragón) había fijado su residencia oficial en este castillo desde finales del siglo XIII.

2º) El tesoro y archivos provinciales estaban custodiados en el castillo sede de la Corona de Aragón, el de Miravet.

3º Su actuación estratégica sobre el río Ebro, importante vía de comunicación, y su inexpugnabilidad.

Fra Ramón de Saguàrdia se dirigió en dos cartas, conservadas actualmente, al rey Jaume II y a su mujer Blanca de Anjou, pidiéndoles que reconsiderasen la orden de detención y que liberasen al comendador provincial, Emenén de Lenda. La respuesta del rey a Ramón de Saguàrdia del 13 de diciembre desde Alcira descarta su petición y justifica su actuación por motivos religiosos.

A principios de enero de 1308 el rey empezó una campaña de difamación contra la Orden, con lo cual esperaba incidir en la opinión de los obispos y prelados catalanes para que diesen el consentimiento eclesiástico a su actuación. El concilio celebrado en Tarragona podía haber sido un fracaso puesto que no todos creían cuanto se comentaba sobre los templarios. Pero la publicación de la bula papal Pastoralis Praeminentiae el 22 de diciembre, en la cual la Santa sede asumía la iniciativa de las acusaciones contra la Orden, hizo que el rey saliera airoso.

El 20 de enero Jaume II ordenó a Bernat Cespujades y a Guillem de Ceret que comunicasen a Ramón de Saguàrdia y a Berenguer de Sant Marçal, responsables de los castillos de Miravet y Ascó respectivamente, la determinación del rey y las citaciones del inquisidor general para su rendición, cosa que, evidentemente, no hicieron.

El 26 de enero Ramón de Saguàrdia volvió a remitir al rey una carta defendiendo la Orden y las acusaciones que pesaban sobre ella. Pero éste hizo caso omiso y el 13 de febrero ordenó a los anteriores emisarios el asedio general de Miravet.

En marzo, viendo el rey que no había tenido éxito en Miravet, envió a Pere de Vila-Rasa, doctor en leyes y juez, para convencerles de que un cambio de actitud beneficiaría su rendición; tampoco surgió efecto.

La capacidad de negociación de Ramón de Saguàrdia le condujo a proponer a Bernat Cespujades una serie de puntos para negociar una posible salida de la crisis, como, por ejemplo, la de entregarle una importante suma de dinero y enviar una persona de su confianza para que informase al Papa de la falsedad de las acusaciones contra la Orden.

El 24 de abril, en una nueva carta dirigida a Jaume II, confirma la decisión por parte de los templarios de resistir el sitio.

El 29 de abril Jaume II autorizó a Guillem d'Anglesola para que se dirigiese a Miravet e intentar convencer a Ramón de Saguàrdia de su rendición (un hermano de Guillem residía en este castillo). Los resultados de la entrevista no cambiaron la actitud de los templarios.

En el mes de mayo, Jaume II envió a Pere de Queralt a Miravet para entrevistarse con el lugarteniente de los templarios catalanes. Este, junto con Fra Berenguer de Santjust (Comendador de Miravet), Fra Jaume d'Oluja (comendador de Granyena) y Fra Ramón d'Oliver (comendador de Zaragoza) le comunicaron que tan solo estaban dispuestos a obedecer lo que decía el Santo Padre, pero que, si se les acusaba de herejía, no la admitirían y que, incluso se defenderían de esta falsa acusación hasta la muerte si es necesario.

El día 17 de mayo el rey conoció la decisión irrevocable de los templarios.En junio, Ramón de Canet, noble de Rosellón y sobrino de Ramón de Saguàrdia visitó a su tío en Miravet y escribió al rey explicándole que los templarios no estaban en contra de él sino en contra de las falsas acusaciones de que eran objeto.

En julio el rey aceptó una entrevista con Jaume de Garrigans, quien actuó como delegado de Ramón de Saguàrdia. Jaume II, después de escuchar a sus consejeros, le expresó la negativa de negociar con los templarios y de admitir tan solo su rendición. El fracaso de las negociaciones de Jaume de Garrigans hizo que los templarios desconfiasen de él y le acusasen de traidor y de no saber negociar. Este cayó en desgracia, un triste final para una deserción anunciada. Esta circunstancia hizo que Garrigans, una noche, mientras hacía guardia en el castillo de Miravet, consiguiese huir con importantes documentos del archivo para enseñar al rey i, de paso, intentar ganarse el perdón de su anterior pasado templario. El rey no le escuchó, no se fió; a cambio, le aprisionó en Tortosa, con lo cual acabó totalmente olvidado y marginado; se perdió su rastro en 1309. La figura de Jaume de Garrigans no se valora justamente desde un principio, pues se ve como el malo de la historia.

A finales de verano de 1308 el rey decidió potenciar el sitio a los castillos donde aún residían los templarios, como Cantavieja, Castellote o Villel, pero la moral y la pena de los sitiados hicieron el resto. El rey sabía que, al final, obtendría la historia, y no le importaba esperar el tiempo necesario; sabía que los castillos caerían uno a uno, hecho que jugaba a su favor. Concentraba sus esfuerzos en una fortaleza; cuando ésta cayera, iría a por otra, y así sucesivamente. A la caída de Castellote, a los templarios tan sólo les quedaban Miravet y Ascó en la Ribera del Ebro y Monzón y Chalamera al Oeste.

Bernat de Llívia, que además de buen estratega era buen negociador, fue el encargado de los preparativos para intensificar el sitio en el castillo de Miravet: Los templarios estaban enfermos, sin agua y sin provisiones, y sabían que les quedaban muy pocas fortalezas en su poder.

Se formó una comisión negociadora dirigida por Ramón d'Oliver y Jaume d'Oluja, quienes, acompañados por Bernat de Llívia, se entrevistaron con Jaume II en Calatayud; allí le presentaron un documento, redactado por Ramón de Saguàrdia, en el cual figuraban unos puntos a tratar. El rey no aceptó todo el contenido del documento pero dejó entrever un cambio de actitud respecto a la manifestada hasta el momento. El rey se comprometió a pedir al Papa que los templarios fuesen tratados con misericordia en el proceso al cual se tuvieron que someter. Aceptó que les fuera asignada una pensión según el rango que tuvieran dentro de la orden i que, mientras se esperaba el juicio correspondiente, pudieran escoger el lugar de residencia deseado. Tal vez, este cambio en la actitud del rey fuera debido a que sabía que los templarios no podían resistir mucho tiempo, que antes o después se tenían que rendir y que no era necesario irritar a una parte de la iglesia, si el sitio o las condiciones de rendición se endurecían demasiado.

A finales de noviembre, Berenguer de Santjust, Ramón d'Oliver y Jaume d'Oluja pensaba ya en rendirse. Pero Ramón de Saguàrdia aún conservaba una remota esperanza y se dirigió a la Santa Sede para informarla de que, con la rendición, el rey pretendía que los castillos y pertenencias Templarias pasasen a la Corona. Ramón de Saguàrdia le comunicó que los templarios debían rendírsele a él y no al rey.

A principios de diciembre la suerte de los templarios ya estaba definida; el rey ya había aceptado algunos puntos de la rendición; el desánimo, las enfermedades y la actitud de rendición por parte de la mayoría de los templarios era definitiva. Ramón de Saguàrdia se dirigió al rey en una carta donde le pedía, entre otras cosas, que, por lo menos, respetase su honor. El rey le remitió una carta el 7 de diciembre desde Calatayud en la cual aceptaba la rendición y exponía que en todo “hemos hecho cumplir cuanto dice el Papa. Les trataremos benignamente”.

El día 12, Ramón de Saguàrdia puso fin a la resistencia templaria en Miravet y cedió el castillo a Bernat de Llívia. Los oficiales del rey entraron en el castillo y detuvieron a los frailes, desarmándolos y registrándolos. El mismo día, los 22 templarios que se habían rendido fueron enviados a Tortosa donde, de momento, fueron encarcelados en el castillo de la Suda, quedando a disposición de Guillem de Ceret. Quedaron 6 personas en Miravet que no se rindieron.

Cuando los soldados entraron en el castillo se dirigieron a la Torre del Tesoro, donde se encontraba el archivo y documentos de la orden, así como dinero y otros objetos de valor histórico, como la lanza de Ramón Berenguer IV. Elaboraron una detallada relación de cuanto encontraron en la sala, con el fin de encontrar alguna pista que delatara los “abominables crímenes y faltas” por los cuales habían sido acusados.

En la madrugada del 14 de diciembre, Bernat de Llívia se dispuso a acabar con la resistencia de los 6 templarios que aún quedaban en el castillo. Ordenó colocar una escalera de madera en el patio de armas, delante de la estancia que abría al primer piso. Los soldados entraron sin resistencia y encontraron a Berenguer de Santjust y a sus dos sobrinos Ramón y Guillem; todos ellos fueron detenidos. Dentro de la iglesia románica, situada en la misma planta, delante del sobrio y austero altar tallado en piedra de una sola pieza, se encontraba Ramón de Saguàrdia, acompañado de dos de sus fieles ayudantes, Milà y Siscar, quienes no le abandonaron en estos momentos tan tristes. La detención de estos últimos prisioneros marcó el fin del sitio de Miravet.

1 comentario:

  1. Me alegro de ver citado aquí los contenidos de nuestra página web www.RUTADELTEMPLE.com sobre la historia y el legado arquitectónico de la Orden del Temple en la Corona de Aragón.

    Un saludo afectuoso y gracias por difundir este importantísimo legado.

    El autor:
    Aurelio Monge
    "Lo Racó del Temple" (Miravet)

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