domingo, 29 de marzo de 2009

LA RECUPERACIÓN DE LOS VALORES MÁS SUBLIMES


Estamos en el siglo XXI y nuestra vida es una constate búsqueda a sentirnos llenos; estamos delante de una sociedad que nos ofrece una multitud de cosas para tener una vida más placentera, pero cada vez más buscamos saciar una sed que nos interroga en nuestro interior; que finalidad tengo? , Que es lo que me hace realmente feliz?
Hoy en día los valores más íntegros de la persona parecen desvanecerse ante esta sociedad que nos impide ver nuestros pasos. Se oyen por las calles el murmullo que se hace grito “quien más tiene, más vale “ , independientemente de cual sean nuestras creencias los valores que hacen vivir las personas como la Verdad, la Sinceridad, el Honor, la Fe, la Esperanza, la Caridad, Justicia, la Prudencia, la Fortaleza, la Templanza;
Parece que se desvanecen por momentos; Cuantas cosas podríamos hablar de cada una, más hay personas que nadamos a contracorriente para hacer viva y volverlas hacer presentes en esta sociedad.
Si miramos hacia atrás en los albores de los tiempos y podemos centrarnos en la época donde todos los valores expuestos eran la bandera de toda persona, el Medioevo. Donde nacieron las más autenticas Ordenes de Caballería, que algunas están presentes en nuestros días y donde la Cristiandad hacia enseñanza de estos valores; Hoy en día los caminos del consumismo desmesurado hacen hueco en las enseñanzas de estos valores y quedan cada vez más relegados al ámbito más recóndito de la persona y precisamente desde nuestro interior los Cristianos tenemos que exteriorizarlos, para intentar mejorar este mundo.
Una de las Ordenes es la Orden Del Temple (los Caballeros Templarios); Los Templarios se extienden hoy en día en todos los rincones de la tierra , nadando a contracorriente en el mundo en que vivimos, personas normales que con nuestro ejemplo cotidiano hacemos interrogar a quienes nos conocen , con Humildad y Sencillez actuamos Cristianamente y hoy en día no luchamos con la espada, nuestra espada es nuestro ejemplo en el camino cotidiano, los valores en plena efervescencia.

Vivir la alegría de ser persona, porque sentimos el cariño inmenso de Dios en mi vida. No se es feliz con algo que al poco tiempo desaparecerá, pues todos los momentos de nuestra vida están horadados por la carcoma de la contingencia o de la finitud temporal, pero el amor de Dios es eterno, no tiene fin, haga lo que haga y viva como fuere, Dios me ama y mostró su amor haciéndose Hombre y enseñándonos a serlo. La alegría de ser persona es la experiencia de dar de sí, de crecer siempre, de sentir un amor en mi vida que me desvela quién soy y qué meta tengo.

Vivir la alegría de los dones de los que Dios me ha llenado, pues todos somos una constelación de dones, de cualidades, que constituyen la luz que somos y damos. Poder hablar, escribir, dialogar, sentir el cariño de los otros y del Otro para vivir la capacidad de hacer y de construir. Tomar conciencia de lo que hay en mí y de lo que hay en los otros, es una fuente de alegría y de agradecimiento.

Vivir la alegría de los dones que voy adquiriendo, que es como la segunda naturaleza que vamos incorporando a todo lo que somos y que consiste en el conjunto de hábitos que vamos consolidando, así como el conjunto de virtudes. Los valores se tienen que concretar en actos valiosos habituales, es decir, en virtudes concretas con las que nos situamos a vivir entre los demás y asumimos la construcción de este mundo.

Vivir siendo alegría para los otros, en definitiva, siendo un don para los demás. Se trata de ser presencia iluminativa para los otros, que nos haga estar junto a los demás de una manera singular. Somos germen de luz para los otros, como lo han sido para nosotros otros.

Vivir siendo testimonio de una Espiritualidad Cristiana, procurando profundizar nuestra Fe, en cada momento de nuestra vida, compartiendo nuestras experiencias.


En la OCET, ORDEN CATÓLICA ESPAÑOLA TEMPLARIA, estamos haciendo presente en esta Sociedad estos valores que parecían desvanecerse, no es camino fácil y nadar a contracorriente pero tiene su gran recompensa en ser luz que ilumine esta sociedad aportando un granito de arena;

Por Albert Coll Vila

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